Por qué queremos al pequeño comercio?

Acabando mayo, en plena fase 2 y empezando a familiarizarnos con la nueva normalidad queremos contarte cómo han sido estas tres semanas en la tienda física de Misterce

Lo primero que nos ha sorprendido y emocionado (sí, somos conscientes de que nos emociona prácticamente todo y qué queréis que os diga, pues que ojalá nunca perdamos esta capacidad) es que casi todos los clientes que han entrado, tanto ellas como ellos, nos han expresado su apoyo incondicional al pequeño comercio.  Nunca antes habíamos notado tanta alegría a la hora de comprar, algo así como “orgullo de compra” o  una especie de satisfacción por el deber cumplido. Raro pero bonito.

Nos ha encantado el respeto que todo el mundo ha mostrado al llegar a la tienda, preguntando si pueden pasar, usando gel, mascarillas y guardando siempre la distancia de seguridad.  El respeto es una gran muestra de la dignidad del ser humano, de afecto y de consideración hacía los otros. Y ver esto día a día en nuestro espacio es algo que  nos  hace pensar que así sí, todo podrá ir a mejor.

Pero de lo que queremos hablarte hoy es de ese amor que la gente le tiene al pequeño comercio. Las personas que estamos detrás del mostrador de una tienda como la nuestra no somos ni mejores ni más listas que las que están atendiéndonos en una gran superficie. Pero sí hay una cosa que nos diferencia,  somos más libres… simplemente porque estamos en nuestra casa. Con todo lo bueno y lo malo que esto conlleva: más riesgo, miles de quebraderos de cabeza, millones de disgustos y de taquicardias pero también muchísimas satisfacciones

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Y precisamente como estamos en nuestra casa, a cada persona que entra por la puerta la tratamos como a una invitada y no como  a una compradora.  Por eso cuidamos el olor, la música y la estética del espacio. Igual que cuando invitamos a alguien a casa. Queremos que esté  a gusto, que se sienta bien, que tenga sensaciones agradables… que vuelva siempre.

Lo bonito de esto es la respuesta que recibimos. Nos felicitan por la tienda, por los productos, nos hablan del buen ambiente que se respira… y, a veces, compran.

De nuestras clientas sabemos muchas cosas y no grandes secretos. A veces emociones cotidianas, otras disgustos que nos cuentan y también muchas risas. La complicidad que se crea entre las personas que estamos al frente del pequeño comercio y los clientes es muy grande y se va afianzando con el tiempo. Sabemos sus nombres y ellas los nuestros, a veces también el de sus hijos o el de sus nietos. Nos recomendamos libros, pelis y  también ropa o complementos aunque no sean de nuestra tienda. Damos consejos sobre si una prenda u otra le favorece o no, aunque eso implique no vender. Incluso muchas veces aconsejamos no comprar.

Hay cosas con las que ni  un virus letal puede: la cercanía emocional, las sonrisas aunque sean con los ojos, los abrazos con palabras.. Nos toca potenciar otros sentidos y el pequeño comercio sabe muy bien como hacerlo. Gracias por seguir apoyándonos!

 

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